
IN ENGLISH: http://youtu.be/KgeS55CqNmw Luego de que el estado falla en hacer cumplir la orden de corte internacional, de forzar a un ganadero alemán a devolver tierras ancestrales, la comunidad dice “¡ya basta!”
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Voz en off: Estas familias indígenas en el Paraguay están recogiendo sus pertenencias y se van trasladando… al otro lado de esta alambrada. Por 20 años han vivido precariamente junto a una carretera en la remota región del chaco paraguayo, desde que un ganadero con la ayuda del estado paraguayo los saco ilegalmente de sus tierras ancestrales. En 2006 un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó que el Estado paraguayo era responsable de devolver aproximadamente 14.000 hectáreas a la comunidad Sawhoyamaxa, una pequeña fracción de sus territorios originales. Después de haber intentado todas las medidas legales posibles y hasta bloquear la carretera en protesta sin ningún resultado, la comunidad decidió en marzo de 2013 de tomar el asunto en sus propias manos y reocupar sus tierras.
Belén González Galarza, Integrante de la Comunidad, Sawhoyamaxa: Tenemos que hacer esto, tenemos que pasar el alambrado, por que no tenemos de otra, si nos quedamos a lado de la ruta no podremos cultivar y cuando el estado nos ignora no tendremos que comer… le dio tres anos de plazo para que el estado negocie y nos recupere nuestra tierra, y al final no cumplieron y lo único que nos queda es entrar.
Voz en off: Las familias viviendo en Sawhoyamaxa son del pueblo indígena Enxet Sur, en la actualidad solo los ancianos de la comunidad mantienen su lengua nativa. La mayoría hablan Guaraní, una de las dos idiomas oficiales de Paraguay que habla la mayoría de la gente con prevalencia en áreas rurales. Las condiciones de vida al lado de la carretera son pobres: las viviendas son improvisadas, no hay espacio para sembrar, y ha habido numerosos accidentes fatales, atropellados por camiones. Los habitantes dicen que estar separados a la fuerza de sus tierras se les ha alejado de su cultura, idioma, y subsistencia.
Carlos Marejo, Integrante de la Comunidad, Sawhoyamaxa: Si estamos en la calle no podremos recuperar la cultura de nuestros ancestros, nosotros tenemos nuestra propia lengua, nuestras fiestas, nuestra propia religión y vemos como eso se va degenerando al estar si tierra…y así peleamos, yo pienso que esta bien tener tierra, pero no puede ser que una familia tenga mas de 60.000 hectáreas y nosotros vivamos en la calle, nosotros somos humanos no somos animales.
Voz en off: El Gran Chaco es una expansiva región de tierras bajas semiáridas que abarcan Bolivia, Paraguay, y Argentina. La parte occidental de Paraguay es Chaco, que alberga la mayoría de los pueblos indígenas del país, que alcanzan un poco menos de 2% de la población. La deforestación veloz ha devastado el Chaco paraguayo en los últimos años. La tierra despejada es utilizada para la ganadería, la cual junto a la producción industrial de soya transgenica en la región oriental del país, es el motor clave en la actual economía de auge. En muchos casos, los ganaderos vienen de colindante Brasil, o se componen de comunidades de menonitas de habla alemana. La distribución de la tierra es una de los problemas mas polémicos del Paraguay contemporánea: un solo 2% de la población controla muy por encima de 80% de la tierra. Perla Álvarez es una militante con Conamuri, la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas. Ella dice que el estado paraguayo promueve un modelo de desarrollo que prioriza la expansión de capital a gran escala sobre la protección de derechos de la tierra y la autonomía de los pueblos indígenas.
Perla Álvarez, Militante, Conamuri: El estado en nuestro país se ha caracterizado históricamente por servir a un modelo de tendencia de la tierra que favorece a los grandes propietarios, es decir favorece el latifundio y el modelo productivo que es hacia una tendencia de tierra que es el monocultivo o la ganadería extensiva, entonces esto hace que el estado no garantice y no respete los derechos garantizados por las leyes por los documentos por los acuerdos y permanentemente el propio estado están violando los derechos de los pueblos indígena.
Voz en off: En el caso de Sawhoyamaxa, la tierra ha sido tomado por un ciudadano alemán que se llama Heribert Roedel, un ganadero que fue perseguido por la Interpol por haber defraudado a alemanes en una conspiración de inversión territorial. Es el actual presidente de la asociación de ganadería paraguaya Grupo Liebig y es dueño de decenas de miles de hectáreas de tierra en el chaco paraguayo. Anteriormente Roedel había ofrecido vender las tierras en litigio al estado a precios muchos mas altos sobre el precio del mercado, y también ha solicitado el desalojo de la comunidad desde que empezaron a reocupar sus tierras en marzo de este año. Sin la cobertura del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo mas probable es que ya los hubieron desalojado de sus tierras, como es el resultado común en similares conflictos en el campo paraguayo. Hasta ahora el estado ha fallado en cumplir la orden de la corte, que también incluye tales medidas como el pago de reparaciones y la construcción de proyectos infraestructurales en Sawhoyamaxa. Ireneo Téllez trababa con Tierra Viva, una organización que ha ayudado a Sawhoyamaxa con los aspectos legales de su caso.
Ireneo Téllez, Tierra Viva: Esto no es un caso aislado este es un caso, el caso de Sawhoyamaxa, es el caso de muchas otras comunidades indígenas, entonces lo que veamos nosotros es que el estado no quiere dejar un precedente de expropiar unas tierras que les pertenecen a las comunidades indígenas de un ganadero.
Voz en off: Ya varios meses después de reocupar sus territorios, las mas de 100 familias de Sawhoyamaxa están estableciendo viviendas mas permanentes y sembrando alimentos. El gobierno dice que ha vuelto a entrar en negociaciones con la comunidad para determinar el futuro legal de las tierras ancestrales de acuerdo con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Para esta comunidad Enxet Sur, es la primera vez en dos décadas de luchas que se sienten como en casa y han determinado no irse de nuevo.